LA LENGUA ÁRABE por Abdennur Prado abdel@webislam.com
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El árabe no es cualquier lengua. No es la lengua de un pueblo sin más. Tiene connotaciones que la hacen el vehículo apropiado para la expresión de una espiritualidad enraizada en una visión de la existencia que sólo es posible entre personas que viven de una manera determinada: la austeridad, la ingravidez, la profundidad, el contacto real con la naturaleza de la cosas,...
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A poco que se indaga en la lengua árabe emergen unas características que llaman la atención: las palabras no se vocalizan, sino que se ‘modulan’, siendo cada sonido abreviado o alargado para ir matizando el significado latente en una raíz. No existe el verbo ser, y por tanto la realidad deja de tener una calidad metafísica: la grandeza de cada cosa es su presencia, no una pretendida idea que le confiera un estatuto ontológico distinto a su contundencia frente al que habla. Las nociones van derivando a partir de ideas sencillas,... Todo ello permite ahondar en la realidad y descubrir el alcance de lo inmediato dentro de una Verdad que engloba a la existencia entera. Y ese centro es a lo que se llama Allah, Señor de los Mundos. Y esta es la imagen del mundo que el Islam ofrece a los musulmanes, a los que se rinden ante la Verdad...
Las reflexiones sobre la lengua árabe han sido constantes a lo largo de la historia del Islam; es más, desde el principio los musulmanes han sabido que aquello que les ha llegado de Allah son ‘palabras’ dichas en una lengua concreta. Entender qué significan, su verdadero alcance, ha sido la mayor de las preocupaciones entre quienes han afrontado el Islam con rigor. El habla, que es signo de inteligencia y es el rasgo definitorio de lo humano, ha ocupado un lugar central porque los musulmanes han sido conscientes de que aquello que diferencia al ser humano es la posesión de la palabra, y Allah se le dirige en tanto que criatura que es capaz de comprender lo que se le dice. Y la lengua más clara, la más elocuente, es la lengua pura de los nómadas.
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La práctica del Dzikr ha permitido que pueblos no-árabes se islamizaran realmente. No les bastaba con ‘conocer’ el Islam, tenían que imbuirse de su alcance, y ello sólo es posible saborearlo en unos sonidos que tienen mucho que ver con lo que expresan.
“El nombre es lo nombrado”: esta extraña afirmación ha sido dicha en el Islam, y realza la intuición de que la lengua no es una simple ‘conveniencia’ entre los seres humanos. Es el signo de la Razón, y tiene que ver con lo que nos hace seres humanos, por lo tanto es anterior a nosotros en tanto que seres humanos. La lengua es la dignificación con la que Allah nos ha convertido en califas, en seres únicos, singulares y soberanos. Y comprender esto se ha hecho en árabe, debido precisamente a las características que tan solo hemos podido reseñar muy de pasada que en realidad merecen reflexiones mucho más largas.
¿Quiero decir esto que no se puede ser musulmán o que no se puede comprender bien el Islam si no se conoce la lengua árabe? No, pero lo que quiere decir es que es necesaria una gran sensibilidad espiritual. Se puede ser árabe y carecer por completo de la esponjosidad que requiere el Islam, y se puede desconocer el árabe y tener un corazón árabe. Y es lo más importante.
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